martes, 6 de marzo de 2007

CARTA DE UN HIJO A TODOS LOS PADRES DEL MUNDO

No me des todo lo que te pido. A veces solo pido para ver hasta cuanto puedo coger.

No me grites. Te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a mi también, y yo no quiero hacerlo.

No me des siempre órdenes. Si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.

Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo, pero también si es castigo.

No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir y si me haces lucir peor que los demás, seré yo quien sufra.

No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decide y mantén esa decisión.

Déjame valerme por mi mismo. Si tu haces todo por mi, yo nunca podré aprender.

No digas mentiras delante de mi, ni me pidas que las diga por tí, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.

Cuando yo hago algo malo, no me exijas que te diga el porqué lo hice. A veces ni yo mismo lo sé.

Cuando estás equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que yo tengo de ti y me enseñarás a admitir mis equivocaciones también.

Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos, porque seamos familia, eso no quiere decir que no podamos ser amigos también.

No me digas que haga una cosa y tu no la haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas aunque no lo digas, pero nunca haré lo que tu digas y no hagas.

Enséñame a amar y a conocer a Dios. No importa si en el colegio me quieren enseñar, porque de nada vale, si yo veo que tú ni conoces ni amas a Dios.

Cuando te cuente un problema mío no me digas: no tengo tiempo para problemas o eso no tiene importancia. Trata de comprenderme y ayudarme.

Y quiéreme y dímelo. A mi me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo.